Aún sucede que no haya lugar en el mesón. Así como sucedió con la Sagrada Familia esa noche en Belén. Se hace difícil escuchar esa parte de la historia. Que no hubiera lugar en el mesón para que el Rey del cielo naciera. Aún así, la esperanza nos ofrece sus destellos.
En el Mesón
Hace tiempo, una de las familias me contó la historia de su hijo adolescente con autismo quien en ese entonces era parte de nuestro programa adaptativo de Confirmación. La mamá me compartió que a su hijo le había dado por llevar su libro de matematicas a todas partes esa semana. Y cuando llegó el día de asistir a misa sin dudarlo, el muchacho se llevó su libro de matemáticas.
Cuando la familia iba entrando al atrio de la iglesia, uno de los ujieres interceptó a la mamá para informarle que su hijos no podía entrar a la iglesia con el libro de matemáticas. Asi que la señora le explicó al ujier pacientemente que su hijo era parte del programa adaptativo de Confirmación como candidato con autismo. Hasta le compartió la fascinación de su hijo esa semana por el libro de matemáticas y le aseguró que el libro no sería distracción pues su hijo sabía que no debía leerlo en misa.
En ese momento, yo me preguntaba por qué el ujier había sido tan exigente al principio pues estaba segura de que les había dado la bienvenida a la iglesia después de toda esa explicación. Le aseguré a la señora que había hecho lo correcto. Ella concluyó contándome el triste final nada acogedor de su experiencia. Después de su explicación, el ujier los llevo para que se sentaran en el atrio durante la misa porque, como le había dicho, su hijo no podía llevar su libro de matemáticas a la iglesia. Me quedé sin palabras y la señora en lágrimas.
No hubo lugar
Sentí que una oleada de sentimientos inundaba mi corazón. Sobresalto, enojo, justicia, misericordia, frustración. Amablemente, traté de consolar a la señora diciéndole lo que me podía que les hubiera pasado eso; que el ujier no debió de haberlos cuestionado; que ella había hecho más que suficiente al explicarle una situación tan personal. Luego me dijo que no estaba segura de volver a ir a misa.
Comencé a rezar en silencio mientras le aseguré que iba a decirle a la coordinadora de Formación en la Fe lo que les había sucedido (la coordinadora estaba encargada de supervisar nuestro programa adaptativo de Confirmación en ese entonces.) Claro le pregunté si estaba bien que compartiera su historia. Me dijo que sí y que iba a intentar atender a misa el siguiente fin de semana. Le prometí enviarle un texto en cuanto le informara a la coordinadora lo sucedido. La señora me agradeció el haberla escuchado y todo lo que había hecho por su hijo. Sabiendo que todo don viene de Dios, le contesté agradeciendole a Dios poder hacer lo que hago.
Haciendo un Lugar
Qué difícil fue escuchar a la mamá de nuestro candidato compartirme su historia. De no tener un lugar en la iglesia cuando habían ido a misa. De no tener un espacio en la parroquia donde se sintieran acogidos y bienvenidos. Yo se que estamos llamados a hacer un lugar en el mesón de nuestros corazones, de nuestras vidas, de nuestra iglesia. Dejar que la esperanza nos destelle.
Poco a poco, nuestra parroquia ha hecho un lugar en el mesón para las personas con disCapacidades y necesidades adicionales. Este año, tuvimos una Misa con Adaptaciones Sensoriales para nuestras familias de Formación Adaptativa en la Fe donde el personal parroquial y los voluntarios unimos fuerzas con las familias de nuestros candidatos al celebrar su Primera Sagrada Comunión. Hacer un lugar en el mesón quiere decir ver a las personas con disCapacidades y necesidades adicionales como Dios nos ve a todos: ¡como Sus hijos!
Oremos
Dios, Padre Nuestro, enséñanos a hacer un lugar en el mesón para y con nuestra Iglesia con disCapacidades y necesidades adicionales para que podamos ser Iglesia juntos al prepararnos éste Adviento haciendo un lugar en el mesón para Jesús, María y José. Amén.
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